1.3. La aplicación de la perspectiva de género a los medios audiovisuales
El helado de vainilla estaba delicioso aquella noche. Estaba contenta porque había hecho un exámen de biología estupendo, el chico que me gustaba me había mirado 3 veces en clase , si si ¡3 veces a mi!, y encima estaba viendo mi programa favorito Maestros de la costura.
Ya empezaba la prueba de eliminación, mi favorita, la emoción de saber quién se va a ir me agita tanto que luego incluso me cuesta dormir. Aquella prueba iba a ser sobre las chicas con diversidad de tallas. Yo que siempre había tenido unas mollitas muy monas me hizo ilusión ver con qué creaciones iban a sorprendernos. Cuando aparecieron las chicas no pude evitar agobiarme. Unas mujeres despampanantes, altas, blancas, preciosas. Me hice pequeña en el sofá observándolas. No pude evitar mirar mi barriga, mis piernas. Si ellas eran “curvy”, ¿entonces qué era yo? ¿”mounstry”? Para colmo en aquel plató no se escuchaba más que palabras tan ofensivas como disimular los defectos, tapar, favorecer. ¿Por qué tengo que esconderme debajo de un montón de ropa? Ese día empezaron mis complejos.
Esta historia es una invención mía, pero bien podría haber sido cualquier adolescente o mujer adulta de este país el pasado día 9 de febrero. El programa Maestros de la costura se encargó de promocionar los cuerpos no normativos de la industria de la moda, con mujeres que de sobrepeso no tenían ni un solo gramo.
Promocionar a la mujer que escapa de las tallas normativas con mujeres que tienen un cuerpo perfectamente estandarizado me parece altamente peligroso. Son muchas las adolescentes que atraídas por el mundo de la moda ven este programa de la televisión pública. Muchas de estas niñas tienen complejos con su cuerpo y no sentirse representadas, escuchando que mujeres con mucha menos talla que ellas tienen que tapar sus “defectos” puede acarrear serios problemas de trastornos alimenticios, ansiedad, baja autoestima. Creando a una generación de mujeres tan acomplejada por un físico como lo estuvo la de sus madres y abuelas.
Pero no solo Maestros de la costura promociona el culto a la delgadez sino que si miramos las cadenas generalistas de la televisión española, ninguna presentadora de informativos pasa de una talla 36. Si miramos a los colaboradores del hormiguero, ellos calvos, en camiseta y vaqueros, feos o gordos. Ellas, perfectas, subidas en unos tacones de 10 cm, arregladas, delgadas. Incluso en la sexta, una cadena “progre” con presentadoras con escotes de infarto y mujeres ultra producidas.
No tengo nada en contra de estas mujeres que me parecen bellas en una talla 34 y en una talla 50. Desde mi punto de vista el problema está en que en pleno 2021, en la cuarta ola feminista, sigamos creyéndonos el cuento de que en First Dates no juzgan y luego todas sus camareras sean preciosas y delgadas. ¿Qué pasaría si Mónica Carrillo pesase 85 kilos? Pues que no estaría presentando los informativos. Punto. La vida es así de triste.
Creo que en el grado de periodismo no solo tendrían que enseñar a las mujeres a escribir, denunciar y locutar. Creo que sería altamente recomendable para asegurar su futuro profesional que se les enseñase a pesar 50 kilos, a maquillarse y a andar en zancos. Los chicos mientras pueden, nose, repantigarse en el sofá.
Cuando anunciaron en Maestros de la costura que iban a llevar modelos con tallas no normativas me puse muy feliz. Porque aunque yo tenga una talla estandarizada, la 40, son muchas las veces que de adolescente lloré en un probador o me sentí inferior a las mujeres inalcanzables de la televisión. Hoy en día ya no me siento así, pero me duele pensar que cualquier adolescente o mujer con complejos que viera el programa se sintiese ya no no representada sino ofendida. Porque que a una chica con un cuerpo despampanante le digan que es una modelo “curvy” asusta. Pensar que ellas son las gordas de la televisión da para llorar y mucho.
Si en este episodio hubiesen llevado a modelos con tallas “no estandarizadas” de verdad como Barbie Ferreira, no solo habría ayudado a muchas niñas a sentirse queridas y representadas, sino que habría ayudado a desestigmatizar el sobrepeso en la sociedad. Viendo así a una modelo sexy, sensual, con ropa ajustada que no esconde ni un centímetro.
Como dice Pepa Blanes, presentadora en La Script, para una entrevista en El País: “La tele es imagen y en la imagen, la mujer siempre pierde porque se le exige más”. También añade que: “ Por un problema en el pie no puedo llevar tacones, y tuve que aclararlo en una reunión porque lo primero que te sacan es el tacón de aguja (…) pero luego viene un invitado, hombre, y para él, el maquillaje es opcional”.
Está claro que incluso las propias mujeres del mundo de la televisión son conscientes de las desigualdades de la industria. Queda todavía mucho camino por recorrer que sin embargo TVE parece que empieza a acotarlo. En su guía de igualdad establecen que las mujeres que aparezcan en los informativos no reproduzcan un modelo de “belleza femenino basado en la juventud, delgadez o perfección corporal”. Aunque esta nueva norma esté muy bien y se promueva la diversidad física en las imágenes de la playa de Benidorm o en la piscina municipal de Toledo, es necesario que el cambio sea estructural y se contraten a más reporteras que escapen de la norma.
Promover una falsa inclusividad es tan peligroso, o incluso más, que no promover ningún tipo de esta. Es responsabilidad de los medios y de nosotras como futuras periodistas cambiar la imagen de la mujer en la sociedad y eso en gran parte se conseguirá a través de la televisión. Solo puedo pedir por mis compañeras que nunca nadie les cierre la puerta por su imagen aunque esto quizá, es lo más utópico del texto.