Publicidad engañosa de nuestras propias vidas; la fugacidad del vídeo. -Vanesa Gil

4.1. Concepto de vídeo. Diferencias respecto al soporte fotoquímico y la televisión.

 

15 segundos es el tiempo máximo de duración de una historia en Instagram. 15 segundos de visionado, de foto o vídeo. No va mucho más allá Tik Tok con un rango que abarca desde los 15 a 60 segundos. Esto en muchas ocasiones se convierte en un auténtico reto para las personas y nuestro afán de “mostrar mi mundo al mundo”,  pero nada que nos impida su uso.

 En un artículo de Marketing 4 Ecommerce,  una estadística muestra como Instagram en 2020 es la tercera red social más usada en España con un 55% de usuarios, mientras que TikTok se sitúa en el sexto puesto con un 12% de usuarios. “TikTok arrasa entre los menores de 15 años y (casi) iguala a YouTube como la app más usada por los niños españoles”, así lo dice Susana Galeano, autora en Marketing 4 Ecommerce. Estos nuevos formatos de vídeo han creado un boom entre los seguidores y trabajadores de las redes y, todos quienes las consumimos, y por consecuencia ideas de masas.

Como no podía ser de otra manera las nuevas formas de publicidad no han dudado en subirse a la nueva ola. Será a través de los crecientes neo influyentes, cada uno con su estilo, oratoria y/o talento – quizás un tanto dudoso en algunas ocasiones- los que actúen como nuevos canales de venta del siglo XXI.

Otro de los medios de comunicación más importantes que conviven y compiten en el formato del vídeo es la televisión. Según Avelino Amoedo, doctor en comunicación por la Universidad de Navarra, a través de Digital news report cuenta que las redes sociales se convierten en la principal fuente de noticias entre 18 y 24 años (40%); se imponen al uso semanal de webs y apps de periódicos en todas las franjas de edad hasta los 54 años, y lo duplican entre los menores de 45 años. Así pues, en lo que respecta a términos de publicidad, podríamos crear una comparativa entre el surgimiento de los vídeos publicitarios en redes sociales y los spots en televisión.

¿Pero qué impacto social real existe entre todos esos mensajes que recibimos a diario a través de estos medios? Somos conscientes de las consecuencias sociales que hay detrás de una mujer que mira a cámara y dice: “¿Hay un hombre que me hace sonreír más que mi marido?”; o de una chica que cuenta a través de sus redes que no podría salir de casa sin echarse su nuevo corrector de ojeras de vete tú a saber que marca para intentar colarte el producto; o ese anuncio de Amstel que ya solo el título deja mucho que desear `Los hombres sabemos lo que nos gusta´, donde se empiezan a mostrar diferentes facetas de hombres un tanto estereotipados. -Permítanme decirles que mi parte favorita es cuando uno de ellos dice: “siempre compramos cosas indispensables, y sobre todo las herramientas”-.

En conexión con estos títulos a modo de eslogan tan elocuentes, se me viene a la cabeza la frase de: “A todos pongo por testigo que nunca más volveré a renunciar al postre”. A través de un contra picado leve, y una escenografía que se mueve entre colores cálidos  -donde no podía faltar el violeta-, una mujer de cuerpo escultural alza un yogur Vitalinea y pronuncia estas palabras. Tras dejar el yogur en la mesa, el escenario se transforma y aparecen junto a esta, cuatro mujeres más con unas características físicas muy parecidas a la anterior, bailando y “disfrutando” de su postre 0%.

Este es el estilo de la afamada marca de Danone, Vitalinea. Que no duda en evidenciar su público objetivo y lanza sus spots como dardos al centro de la diana. Viendo este spot publicitario podría hablar de cómo la marca ofrece una imagen sexista de la mujer al representar un cuerpo femenino como objeto, de cómo promueve modelos que consoliden pautas tradicionalmente fijadas para mujeres o incluso como resalta esos estándares de belleza que se consideran sinónimo de éxito. Hablo de Vitalinia como podría hablar de aquél polémico anuncio de Pure XS de Paco Rabanne, donde se muestra a un hombre joven de cuerpo escultural en una habitación desvistiéndose, mientras un grupo de mujeres al otro lado del espejo le observan hasta perder por la el control y el sentido por la escena que están contemplando. En este caso es el hombre el cosificado y el que se convierte en objeto de deseo. ´

¿Pero la publicidad sexista no estaba penada?

Según un estudio de 2017 sobre cómo se representa a las mujeres en el mundo de la publicidad de la agencia de Sra.Rushmore, el 53% de los protagonistas de anuncios de limpieza son mujeres, frente a un 47% de hombres. En la automoción sin embargo los hombres ocupan el 54% frente al 46% de ellas. Pero donde mayor brecha encontramos será en dos sectores claves. El sector médico y el mundo de los deportes. En este primero vemos que la representación de los hombres alcanza ni más ni menos que un 67%, mientras que las mujeres solo aparecen representadas en un 33%, del mismo modo en el mundo de los deportes encontramos un 29% que representa a las mujeres frente a un 71% que representa a los hombres.

Volviendo y respondiendo a la pregunta inicial, si recurriésemos a la Ley General de la Publicidad de 1988, cuya última actualización se publicó el 31/12/2009 y se puso en vigor el 01/01/2010, en el artículo 3 del segundo párrafo dice que es ilícita la publicidad que atenta contra la dignidad de la persona o vulnere los valores y derechos reconocidos en la Constitución. A demás que se incluirán en esto último los anuncios que presenten a las mujeres de forma vejatoria o discriminatoria, bien utilizando particular y directamente su cuerpo o partes del mismo como mero objeto desvinculado del objeto que se pretende promocionar, bien su imagen asociada a comportamientos estereotipados que vulneren los fundamentos de nuestro ordenamiento coadyuvando a generar la violencia.

¿Y qué?, y me pregunto y me repregunto: y qué. Establecemos unos límites legislativos. Las conciencias de repente parece que respiran. Pero, de que nos sirve la teoría sin la práctica, de qué nos sirve un escrito que se limita a existir en una web o en un papel, de qué nos sirve si las personas no tenemos conciencia de igualdad, si carecemos de educación en determinados valores, si una de las patas de la sociedad cojea. Vivimos en una colectividad en la que creamos publicidad engañosa de nuestras propias vidas, con nuestros vídeos de Instagram en los que mostramos conductas y cuerpos perfectos o “relaciones intachables”, -que poco se aleja de lo tóxico-. Seguimos alimentando la publicidad de nuestras vidas desde la comodidad de nuestra habitación, mostrando lo felices que estamos cumpliendo dietas imposibles para obtener cuerpos imposibles.  De qué nos sirve si nuestra juventud, si esos chicos y chicas de 14, 15 o 16 años crean unas bases tóxicas en lo que se refiere a relaciones afectivo-sexuales. Como sociedad deberíamos preguntarnos qué hay detrás de un vídeo de 50 segundos, donde una adolescente le gasta una broma a su novio, haciendo parecer que otro chico le envía un mensaje, y este primero reacciona con un tono pasivo- agresivo haciendo preguntas como: ¿quién te ha hablado?, ¿quién es este?, etc. No los culpo, teniendo en cuenta que en estos términos, en lo que se refiere a sexo o amor, nuestra educación más próxima proviene de películas, pornografía y redes sociales.

Y finalmente me cuestiono de qué nos sirve toda la lucha, si desde pequeñitos no insertamos bien la semilla al arbolito. Creo que deberíamos reflexionar mucho más sobre ciertos conceptos con los que se nos llenan la boca a jóvenes y a adultos, como libertad, feminismo, igualdad…y centrarnos en llevarlos a cabo de la forma más eficaz posible. Yo soy una fiel defensora de la educación y su poder curativo en la sociedad. Y cómo bien diría Unamuno: “Solo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura”. Y personalmente, creo que actualmente en muchos sectores, esta reluce por su ausencia.

Vanesa Mª Gil Rubio

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