5.1 Nuevas formas y medios audiovisuales en la era de la información
Con la llegada del coronavirus, y concretamente en Marzo durante su periodo de máxima expansión, la presencialidad de las clases en colegios, institutos y universidades ha quedado en entredicho. Muchas de ellas estuvieron paralizadas durante un corto periodo de tiempo: descoordinación de centros educativos, alumnos sin información de los docentes, profesores que no recibían respuesta alguna por parte de sus estudiantes…
Sin embargo, tras la primera semana, a lo sumo, surgió la aparente “panacea” al problema que suponía asistir a clase: Las clases online. Este sistema permitía conectar a profesores y alumnos en una misma plataforma, en la mayoría de los casos Google Meet, Zoom o Skype, donde asistían para continuar con el normal desarrollo del curso de manera telemática.
A priori supuso un avance enorme para garantizar la viabilidad y el avance del curso en cuestión. Pero, ¿es verdaderamente ese el problema a asumir?
El coronavirus y, especialmente, el confinamiento han sacado a la luz las carencias de un sistema educativo que es incapaz de garantizar la accesibilidad, a la totalidad de su alumnado, a una educación digna, de calidad y equitativa. Muchos estudiantes no han tenido el equipamiento necesario, o la conexión suficiente, o ni siquiera se encuentran en una zona geográfica donde se garantice el acceso a la red online, en definitiva han sufrido los estragos de la, ya bautizada, Brecha Digital.
A menudo, se tiende a relacionar la brecha digital, únicamente, con la capacidad adquisitiva del estudiante y por consiguiente a su acceso a ordenadores de sobremesa o portátiles, pero esa es solo una de las diferentes modalidades de esta lacra social que dificulta la docencia tanto al profesorado como al alumnado.
- Brecha digital por cuestión de índole geográfica o territorial
Según un estudio de la Unión General de Trabajadores (UGT), alrededor de un 25% de las viviendas situadas en poblaciones de menos de 10.000 habitantes no dispone de ordenador y el uso del teléfono móvil es 3 puntos inferior al de una ciudad de más de 100.000 habitantes. En cifras absolutas en territorio nacional, supone que casi 800.000 personas de la España vaciada no acceden nunca a Internet y cerca de 425.000 viviendas no poseen conexión a la red de redes. Asimismo, hay pueblos donde algunos estudiantes residen sin capacidad de acceder a la red, lo que hace imposible garantizar su accesibilidad a la formación educativa.
- Brecha digital por cuestión de índole formativa en el profesorado
En una era tecnológica como en la que se encuentra ahora mismo la inmensa mayoría de países del mundo, resulta difícil de entender como todavía algunos docentes carecen de formación y conocimientos para desarrollar su actividad on-line. Sin embargo, esta cuestión se agudiza en el profesorado de edad avanzada (55-68 años), que recibieron una formación con todo el material analógico y que con el transcurso de los años han visto en sus aptitudes una limitación notable en su adaptación a los medios digitales. Según un estudio de CCOO, en el que se encuestaron a más de 3200 docentes de educación, en la red pública el 75 % de los profesores afirma tener problemas para trabajar telemáticamente, ya sea por motivos técnicos o por falta de formación en la utilización de algunos programas. En la red privada y concertada el dato desciende al 66%. La cifra es, aun así, muy elevada y dista mucho de lo deseable y esperado.
- Brecha digital por cuestión de género
En España, aunque resulte extraño, aún contamos con un 13% de población que no está incluida digitalmente. En el caso de las mujeres, este porcentaje llega a un 14%. En un contexto en el que el acceso a la información disponible vía online es fundamental para la vida cotidiana y social, esta exclusión tiene consecuencias severas y genera nuevas desigualdades relacionadas con la pobreza informacional. Si consideramos que progresivamente un mayor número de servicios, incluso vinculados con derechos de ciudadanía, se están ofreciendo exclusivamente vía online, el impacto que tienen estas formas de exclusión es aún mayor. Pese a ello, según la encuesta TIC-Hogares (INE 2019) en los últimos diez años, las mujeres que habían usado Internet han pasado de ser el 51,9% en 2008 al 85,6% en 2018 y la diferencia entre hombres y mujeres se ha reducido de 8,1 puntos porcentuales a tan solo 1 punto.
- Brecha digital por cuestión de renta
Pese a la importancia de las distintas brechas anteriormente mencionadas, la brecha digital por cuestión de nivel económico de la familia del estudiante es, sin lugar a dudas, la que mayor perjuicio ocasiona. Según una encuesta elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en Noviembre de 2020, en la Comunidad Valenciana el 36% de los hogares con una renta inferior a los 900 euros mensuales no tuvieron acceso a ningún tipo de equipo informático. De igual manera, este porcentaje se sitúa en el 23,3% en hogares cuyos ingresos oscilan entre los 901 y los 1.600 euros. En un contexto como el que vivimos hoy día en el que la digitalización es el presente, las ayudas educativas se hacen indispensables.
Además, el portal añade que alrededor de 541 mil estudiantes de Educación Primaria recibieron becas en ayuda de material escolar (libros de texto) durante el curso 2019/2020. Pese a las ayudas por parte del Ministerio de Educación en España y las becas por parte de algunas entidades bancarias, como la del Banco Santander, la situación es, todavía, desigual. Las oportunidades entre el estudiantado está condicionada en función de su punto de partida, que en ningún caso es el mismo. Una diferencia que la administración reconoce y que intenta reducir para garantizar el devenir de sus futuros contribuyentes.
El aporte económico a estudiantes desamparados económicamente es considerable para la compra de libros de texto y material escolar, pero es escaso para la adquisición de ordenadores y, en definitiva, equipo tecnológico. La coyuntura, debido a los estragos de la Covid-19, acentúa la necesidad de acceso a estas tecnologías para poder seguir, no solo, el correcto desarrollo del curso, sino también, el aprendizaje de aptitudes técnicas en una era donde la digitalización evoluciona a pasos agigantados.