5.1. La iconosfera contemporánea.
Si volviésemos unos 100 años atrás, a los inicios del cine, la idea de tener cualquier tipo de influencia y decisión como espectador hubiese sido inconcebible, dentro de las producciones audiovisuales. A diferencia de cómo sucede en la actualidad, las grandes productoras elegían el carácter y la filosofía de sus películas, sin tener en cuenta lo que sucedía en el mundo exterior. Muchas veces la esfera creada en el ambiente de dichas películas no tenía nada que ver con el contexto en el que se vivía. Se trataba en poder evadir de las guerras y penurias que se vivían en aquella época, y a su vez, intentar transmitir una ideología dominante, por ejemplo, consolidar temas como la religión o la figura del hombre como género dominante. Poco a poco el cine fue evolucionando, y pasó a representar lo que sucedía en el mundo exterior, haciendo que el espectador se sintiese mucho más identificado con sus personajes.
El estereotipo de la figura humana fue representada cada vez más en la gran pantalla, las series y películas iban transmitiendo dramas reales con los que cualquier persona podía identificarse: historias de amor y desamor, dramas familiares y sociales, historias de superación… el cine se convirtió en una forma de expresión social y cultural, a través del cual se pudo conocer la cultura y las tradiciones de todas las partes del mundo. Se convirtió en una arma muy poderosa para unificar a todo el planeta. Como consecuencia la involucración de las personas en cuanto a los argumentos de las películas fue un fenómeno que siguió en constante auge.
El siglo XXI sin duda es el siglo de las nuevas tecnologías, y si hablamos en términos audiovisuales es el siglo de la innovación, de ver hasta dónde se puede llegar con una cámara y de intentar que la audiencia viva al máximo la historia contada, es decir, que se enganche totalmente a ella.
El aumento de inversión en la industria provocado directa o indirectamente por la aparición de nuevas plataformas de streaming o “a la carta” estimula la aparición de nuevos directores cada vez más jóvenes y con muchas ideas muy relacionadas con los nuevos medios.
En los últimos 10 años la industria cinematográfica ha experimentado más cambios que en toda su historia. Empezando por la convergencia entre redes sociales y historias fílmicas, como es el caso de la famosa serie Elite de la productora de Netflix (crearon un Instagram para cada uno de sus personajes, donde exponían su día a día como si se tratase de personas reales) y terminando con los productores de series como Black Mirror, los cuales crearon un episodio donde era el propio espectador el que decidía lo que iba a suceder. Y así, muchos ejemplos más.
Los directores tienen cada vez más en cuenta la opinión del público y intentan llegar a ellos una manera más directa, pero si en estos últimos diez años hemos visto un cambio en la industria a niveles apoteósicos ¿qué será lo que nos deparará el futuro?.
La segmentación del mercado es cada vez mayor, cada persona consume lo que le apetece y cuando le apetece, gracias a plataformas como HBO. Pero al igual que esto tiene sus ventajas, también tiene sus desventajas. La emoción de esperar a que se estrene una película en un horario determinado ya no existe, las salas de cine están cada vez más vacías, y poco a poco se está destruyendo la magia que el cine tenía en sus inicios. La gente está dejando de apreciarlo como un arte, como algo inalcanzable, ya que, la fácil accesibilidad que se tiene a películas y series hoy en día provoca que inconscientemente el sector pierda su valor. El ser humano se aburre muy rápidamente de lo sencillo, esto es un hecho. Y tener tantas facilidades al alcance es muy sencillo.
Como se ha mencionado antes, ya hay diversas productoras que permiten al espectador decidir cual va a ser la trama de la historia. Hoy en día esto es algo muy puntual, pero según las predicciones, cada vez será más normalizado. Si estas técnicas se imponen, empezarán a predominar las innovaciones tecnológicas sobre aspectos más formales, como bien puede ser la importancia de un guion bien escrito, un buen director o una buena trama, entre otros.
La magia del cine es la capacidad de transportar a las personas hacía mundos paralelos, de hacer reflexionar a la gente sobre temas importantes, no solo durante las dos horas que dure la película, sino mucho más, se trata de meterse en sus cabezas y no salir de ellas durante días.
Pero si estamos dando la capacidad de elegir, y de involucrarse demasiado en la vida de los personajes está capacidad de reflexión irá desapareciendo gradualmente, e irán cobrando importancia temas más banales, como por ejemplo la estética del perfil de Instagram de cualquier miembro del elenco audiovisual.
Está claro que el mundo evoluciona y nosotros evolucionamos con él, las nuevas tecnologías se están adaptando a todos los aspectos de la vida, y como no, están entrando de lleno en los medios audiovisuales, ya que comparten muchas características en común, no olvidemos que desde sus inicios el mundo cinematográfico ha estado estrechamente relacionado con la tecnología, si no fuese por ella, los hermanos Lumière no hubiesen podido emitir esa salido de los obreros de la fábrica en 1985. Pero, aunque gracias a la tecnología el ser humano ha conseguido lograr muchas cosas, no hay que dejar que esta nos supere, en algunos aspectos de la vida se debería limitar esa inserción para no romper con la magia, aunque esto suene imposible.
En el caso del cine, no hay que olvidar que la magia está en el trabajo de un equipo, en la creatividad, en la forma de narrar los hechos, y es ese mismo equipo el que tiene que ser el encargado de ello, ya que se trata de gente experta, profesional y formada que entiende lo que debe hacer. No es malo la creación de episodios o películas que innoven en técnicas tecnológicas, pero siempre que esto se trate de un fenómeno puntual. En el momento en que dejemos que la tecnología nos supere habremos perdido la magia de la vida, o en este caso, la magia del cine.
Artículo escrito por: Carla Meksoub Grau.