5.B. La iconosfera contemporánea
Hace poco empecé a preguntarme por qué llevo tanto tiempo sin ver anime, con lo mucho que me ha gustado siempre. Decidí volver a ver uno del que tenía muy buen recuerdo, AnoHana, que trata sobre un grupo de amigos de la infancia que se separó debido a la muerte de Menma, una de las amigas. Jintan, el protagonista, trata de reunirlos para cumplir un deseo que pidió Menma antes de su muerte. Hasta aquí todo bien. Viendo el primer capítulo, el personaje de Menma me hacía sentir muy incómoda porque, a pesar de que físicamente aparenta la edad de todos los demás, se comporta como una niña. Esto puede justificarse con que murió cuando era muy pequeña y su personalidad se mantuvo intacta en su espíritu pero su cuerpo no, o que los creadores quieren mostrar un personaje infantilizado y atractivo, pero que mida como una persona más mayor para que no se noten las pedofilia vibes. Intenté seguir viendo el anime ignorando las escenitas de Menma sobrepasando ciertos límites del espacio personal con Jintan porque es muy pequeña y no lo comprende, mostrándola como una niña inocente, tonta, tierna, vulnerable y manipulable que puede ponerte porque físicamente es mayor (aunque tampoco lo suficiente, no tienen ni 18 años). A los cuatro o cinco capítulos llegó la escena súper necesaria de Menma apareciendo con una toalla después de ducharse, arrodillándose delante de Jintan y, por supuesto, un plano que muestre bien todo su cuerpo ronrojado, puro y brillante, con una pausa en su pecho, a lo que Jintan dice: “Tienes que darte cuenta de que eres mucho más madura ahora… Aunque no tanto (al ver que tiene poco pecho)”.
En general, muchos aspectos de la cultura pop japonesa que siempre me han gustado me han empezado a incomodar a medida que he ido creciendo y aprendiendo. Antes un maid café me parecía adorable, ahora me repugna. Estas cafeterías consisten en el sueño hecho realidad del pervertido promedio que se siente bien cuando le reciben cinco jovencitas con trajes pequeñitos, orejitas de gato y calcetas que se refieren a él como amo (goshujinsama) y le hacen gestos tiernos e infantiles y bailes. El producto principal de estos establecimientos son las chicas, por supuesto. Esta forma de representar a las mujeres, naturalmente, no se queda en los maid café o en el anime y el manga. La mujer japonesa es sumisa sexualmente; no porque le guste, sino porque es lo que se espera de ella. A la hora de tener relaciones sexuales, se deja hacer de todo, se comporta de forma pasiva y repite frases de tipo yamete kudasai (para, por favor) o itai (duele) porque, de lo contrario, si se comportara como si disfrutara el sexo, la verían como “una guarra”.
Otro aspecto que me incomoda y encuentro muy problemático son los arquetipos de los personajes femeninos en el anime. Algunos de los arquetipos o –dere más fáciles de encontrar son los personajes tsundere, que actúan de forma grosera y violenta con la persona que les gusta (Aisaka Taiga – Toradora); yandere, que se muestran como personas tímidas y dulces, pero están obsesionadas con su interés romántico hasta el punto de acosarles y cometer asesinatos contra cualquiera que se le acerque (Yuno Gasai – Mirai Nikki); sadodere, que disfrutan jugando con los sentimientos de su interés romántico (Kurumi Tokisaki – Date a Live); o dandere, personas antisociales e inteligentes que pasan desapercibidas pero que tienen un lado dulce y amable que muestran con personas de confianza (Hinata Hyūga – Naruto). Muchos de estos arquetipos son tremendamente tóxicos y en vez de mostrarse como tal, se romantizan.
La palabra moe es un término del argot japonés utilizado por los aficionados al anime y se refiere a un fetiche por ciertas características de personajes de anime o videojuegos. El moe más popular en Japón son, por supuesto, los rasgos infantiles. Los japoneses de por sí tienen una fijación con la etapa de la infancia y la mayoría la han trasladado al plano de lo sexual, por lo que es muy habitual el lolicon, la preferencia sexual por chicas menores de edad o mujeres que aparenten ser menores, y su equivalente masculino (shotacon). Por alguna razón, la representación de niñas sexualizadas no es ilegal. No es ilegal porque “no es real, es un dibujo”, por lo que puedes ver vídeos de niños manteniendo relaciones sexuales sin ningún problema “porque son dibujos”. Cuando empecé a ver anime con doce o trece años lo hacía a través de una página web, como se sigue haciendo ahora. Elegía cuáles ver un poco al azar, que me gustara el tipo de dibujo o el cartel, por ejemplo. Me topé con muchos (muchos) animes repugnantes de relaciones incestuosas entre un chico y sus hermanas pequeñas o un profesor y sus alumnas, de personajes con cuerpos extremadamente sexualizados y pornificados, con representaciones romantizadas de relaciones tóxicas y un largo etcétera, y sólo tenía 12 años. Al principio me impactaba muchísimo y lo quitaba asustada, pero a medida que se me fueron presentando más y más los quitaba como si nada porque ese contenido “no era para mí, no me gustaba”, pero veía normal y posible que le gustara a otras personas.
La estética kawaii y los típicos uniformes escolares dejaron de gustarme en el momento en el que me di cuenta de que forman parte de la cultura de la pedofilia. Por otro lado, también están las idols, chicas y chicos jóvenes que no son muy buenos en su campo, normalmente el baile, el canto o la actuación, pero que a los japoneses les encantan por su apariencia, casi siempre kawaii. De nuevo, cultura de la pedofilia.
Las escenas en los balnearios, donde normalmente los chicos intentan espiar a las chicas, los planos cada cinco minutos de las bragas de las colegialas a la mínima que hacen algún movimiento porque la falda mide 25 centímetros, las panorámicas de los cuerpos suaves, depilados, tiernos y claros de los personajes femeninos, los planos de los pechos de las chicas en clase de Educación Física, las escenas en los vestuarios… Este es el fanservice del anime y lo que está destrozando por completo este género. Está totalmente normalizado, a los consumidores de anime LES GUSTA. ¿Cómo se puede ver una escena de una niña completamente sexualizada y pornificada sin ponerse a llorar? Y no se queda aquí, hay numerosos videojuegos de VR (Realidad Virtual) que consisten en vivir esa experiencia de la forma más realista posible sin que se considere ilegal; es decir, ver, manosear y acostarse con niñas. ¿Qué está pasando?