5.3. Ciberespacio, cibercultura y medios de comunicación
No hay nadie hoy en día que no conozca la existencia de uno de los realities que más polémica está creando en el actual panorama nacional: La isla de las tentaciones. En un breve resumen, cinco parejas y 10 chicos y 10 chicas son seleccionados a partir de un pequeño estudio para ser la pareja idónea de la otra persona; como ellos dicen, viven esa experiencia para poner a prueba su amor.
Si hasta ahora dicho reality ya podíamos ver que estaba en boca de todo el mundo, y no precisamente por transmitir una información de calidad, ahora con más motivo: todos los medios de comunicación se han hecho eco de la detención de Carlos Algora, uno de los participantes de este reality, acusado de abuso sexual. Nada más llegar a República Dominicana, se presentó así: “Me llamo Carlos. En la noche soy el rey”.
El joven sevillano ha sido detenido el pasado jueves tras ser denunciado por abusar de una joven el pasado 13 de febrero en una fiesta ilegal llevada a cabo en el municipio madrileño de Colmenarejo, en el que han sido detenidos Algora y dos amigos por presuntamente drogar a una joven con burundanga. La joven afirma tener lagunas de lo que ocurrió aquella noche, sin poder recordar con claridad los hechos.
Desde Mediaset y Cuarzo Producciones, la productora del reality, han lanzado un comunicado, informando de que las escenas de Carlos Algora serán eliminadas del reality, aunque los hechos hayan ocurrido tras la grabación de la tercera temporada de la Isla de las Tentaciones. Algora estaba en el punto de mira, ya que era uno de los más fiesteros del reality y que con más pasión ha vivido su estancia en República Dominicana.
Como hemos visto en otros casos de abusos sexuales o violaciones mediáticos, en ocasiones la sociedad se centra en la victimización del perpetrador y la culpabilidad de la persona (en la mayoría de casos, mujeres) que se ve sometida a dichos abusos; cosificándola, aludiendo a aspectos tales como su vestimenta (más o menos provocativa), su estado de consciencia (o no) con la intención de justificar estos hechos tan atroces. Estas actitudes provocan que, de culpabilizar a la víctima se pase a tildarla de prostituta, atribuyéndose a ella las responsabilidad de las transgresiones producidas.