5.3. Ciberespacio
¿Quién no ha probado algún filtro de Instagram o de Snapchat alguna vez? Está claro que esta tendencia comenzó hace años con la creación de Snapchat y el afán por los filtros y efectos de esta plataforma. Así, esto se fue adentrando en otras aplicaciones como Instagram y potenciando su uso de forma incalculable frente a millones de los usuarios.
Al principio de esto, no existía ningún problema, las personas los utilizaban de forma divertida para interactuar sus contactos, sin embargo, este hecho ha ido ganando peso en el tiempo y adquiriendo una importancia relevante en la vida de los consumidores que, obviamente, en la vida real quieren verse como aparecen en la pantalla de su smartphone.
Todos los filtros con los que nos topamos en estas redes sociales crean una ilusión de belleza inalcanzable que, de cierta forma, crean unas expectativas de cómo debería ser una persona para poder encajar en ese ideal. Actualmente y como ya he mencionado en anteriores posts, internet mueve el mundo, y sobre todo domina el de los jóvenes. Es por esto que, esta generación apuesta por las fotos retocadas y la inseguridad crece con estos hechos.
Los complejos no son cosa de ahora, esto siempre ha estado presente, sin embargo, si ves lo factible que es ponerle remedio en redes sociales, ¿Por qué no hacerlo real y definitivo? A través de los diferentes filtros que proporcionan las plataformas sociales, ha aumentado el número de personas que visitan los centros de retoques estéticos para lograr la cara que les proporciona dicha aplicación.
Esto hace que los expertos se alarmen, ya que cada vez son menos los casos aislados y se está empezando a normalizar este hecho, la moda de los filtros de la realidad virtual que embellecen y que distorsionan las facciones está afectado a la forma con la que los usuarios se ven a sí mismos, por lo que, también se están comenzando a agudizar sus inseguridades latentes.
Algunas revistas médicas han bautizado este fenómeno como “dismorfia de Snapchat”, ya que esta fue la primera red social que lanzó las populares máscaras digitales que deforman el rostro en tiempo real. Anteriormente, los filtros que se utilizaban eran aquellos de animales, como el del famoso perro que sacabas la lengua, o el aquel que hacía los ojos gigantes y brillantes. Aunque ahora la retórica es otra, esto se debe a que lo más buscado por los usuarios son filtros que son una herramienta de embellecimiento instantáneo.
Además de que, con un solo click, puedes transformar directamente la fisionomía de cualquier usuario y crear una ilusión de ojos con mayor tamaño, unos labios voluminosos, los pómulos perfilados y una nariz más fina. Este es el estándar de belleza digital con el que compite la realidad, una realidad que, sin duda, va perdiendo.
Un sondeo realizado por la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética asegura que, más del 10% de los españoles acuden a las clínicas estéticas con un selfie como referencia para realizarse alguna operación. Los tratamientos que están de moda actualmente son en la nariz, en los labios, las ojeras o, la eliminación de pequeñas arrugas en el rostro.
Si algo es cierto es que los retoques estéticos cada vez están más normalizados, cosa que coincide con la edición fotográfica, la cual se ha democratizado hasta tal punto que, todo el mundo puede acceder a través de un smartphone. Sin embargo, los retoques que se solicitan en las consultas no siempre se pueden conseguir, existen muchos retoques que son imposibles de imitar. Un ejemplo de esto sería el añadir volumen excesivo en los labios, lo que podría deformar el rostro o el conseguir una simetría facial.
Los médicos intentan valorar por qué las personas tienen esa necesidad, si es por falta de autoestima que va relacionada de una huida de sí mismo porque no se acepta o bien porque pretende obtener mayor aceptación social. Sin duda, ante estas situaciones el trabajo de los psicólogos es clave, ya que en lugar de buscar continuamente el perfeccionismo que nunca llega, hacer ver que la imperfección es parte de la vida real. Esta postura de le denomina “positive face”, la cual se basa en aceptar que en todas las caras hay un poco de imperfección y que esto también es bueno.
En conclusión, este hecho es un problema evidente y cada vez más preocupante, ya que, no es razonable que los selfies definan el estándar de belleza porque, la realidad no puede competir con una imagen digital, ficticia e idealizada. Y esto creará frustraciones en las personas además de complejos e inseguridades. La mejor opción antes de derivar a una clínica de medicina estética, en estos casos, es acudir a un psicólogo especialista en estos casos que pueda ayudar a solventar estos problemas y ponerles un remedio más eficaz y duradero.