Me despido hablando sobre la importancia de escribir acerca de las mujeres – Ana Cortijo

1.3. La aplicación de la perspectiva de género a los medios audiovisuales

Este viaje llega a su fin. El ejercicio de redacción de cada fin de semana termina. «De qué manera podría cerrar mi trabajo», he estado pensando estos últimos días. Escribir un último post sobre algún tema en lo relativo a un enfoque cultural y de género y de acuerdo además, a una temática audiovisual, podría haber sido una opción. Vamos, seguir con la tarea de estas últimas seis semanas. Este trabajo en sí podría ser infinito, sobre todo si hablamos de la historia de la humanidad, la historia de las mujeres. Así que volví a pensar y entonces me dije… «Ana, por qué no dar una valoración general de lo que ha supuesto para ti escribir en este blog». Tras darle un par de vueltas, decidí aceptar esto como último reto.

Si me preguntases por qué he escogido cada uno de los temas redactados durante estas últimas semanas, podría decirte que… «Había escuchado hablar del tema, pero no tenía una idea clara sobre ello y quería investigar más a fondo». También podría argumentarte que… «Algunas de la historias tienen que ver con una cara mía más personal, aunque evidentemente, no en primera persona». E incluso podría contarte que… «Aún siendo frecuente escuchar hablar sobre la problemática, no tiene la voz que se merece, y es por ello que he intentado darle, con mis palabras, una mayor representación». El círculo de costura de mujeres de Hollywood, las mujeres en el cine de destape de la Transición Española, las mujeres saharauis con una piscifactoría en mitad del Sáhara, las cuatro madres feministas de Derick o cada una de las mujeres africanas que cruzan el desierto por una vida plena en nuestro país, sometiéndose para ello a cualquier tipo de violencia física y moral. ¿Alguna vez habías escuchado hablar de estas historias? A falta de reconocimiento a lo largo de la historia, en mi redacción también he intentado tener en cuenta a más de una mujer, con independencia de su procedencia o su posición social. A partir de unos ejercicios previos de lectura y visualización de audiovisuales, las mujeres sobre las que he escrito representan no solo mis inquietudes, y es que por muy atrevido que esto suene, también son ellas parte sustancial en mi concepción de lucha feminista.

Entender, comprender y escuchar detenidamente a cada una de ellas se convierte en tarea fundamental para explicar verazmente estas historias, pese a la condensación de información que aquí haya de aplicarse. Pero, ¿por qué es tan importante, en general, escribir en concreto sobre las mujeres? Debido a la sumisión, la marginalización y la discriminación social tan imperante todavía hoy en nuestra sociedad, las mujeres (y también los hombres) se encuentran en la obligación de conocer luchas, comportamientos o estados que hayan implicado en mayor o en menor medida a la mujer. Espero que no se me malinterprete, pues no me refiero a que por el hecho de ser algo en lo que concierne a una mujer, haya de ser destacado. Ni mucho menos. El interés reside en la problemática, en la lucha, en la situación descrita y en la que casualmente, sea a mejor o a peor, es una mujer quien toma las riendas. El problema de todo esto, para mí, es el siguiente y es que, aun siendo historias de gran relevancia social, o no tienen la suficiente relevancia, o se han tratado desde una muy perspectiva muy concreta, más bien desde la de ellos… Ahora podemos entender que, por ejemplo, las mujeres del cine de destape español no fueron tanto un símbolo de la libertad del momento, sino víctimas de un sistema machista que les obligaba a arrancarse la ropa de cuajo, si querían alcanzar el éxito prometido o al menos, el estado de bienestar al poder trabajar en el cine, en aquello en lo que siempre habían soñado. De una manera u otra, recordarlas es fundamental para comprender cómo ha cambiado el estatus social de una mujer, así como la concepción que se tiene de ella y la diferencia social con respecto al país en el que por más o menos suerte, le ha tocado nacer.

El sentimiento de felicidad no es universal, sin embargo, hay sentimientos que sí son universales, como la tristeza, la rabia o ser mujer. Aunque claro, ser blanca y tener dinero siempre ayuda en cualquiera de esos sentimientos. Aún así, igual que el dinero no compra la felicidad, el dinero tampoco compra la libertad de la mujer. Que hayas nacido en España o en Marruecos no te libra de que puedas ser víctima de una violación o de un feminicidio. Por eso, igual que tantos poetas escriben sobre sentimientos universales arraigados en el alma, como el amor, la pena o el dolor, es esencial que le escribamos a la mujer como patrimonio de la humanidad, pero también como víctima universal. Empoderarse en la calle Blas Valero de Elche, teniendo 21 años y sin haber sufrido ninguna agresión mayor, es fácil. Empoderarse siendo una refugiada africana es más complicado, o al menos al principio. Cuando has abandonado los olores de tu tierra, el calor conocido y te aventuras en un viaje que te hiela cada vez más el corazón, ser feminista se hace cuesta arriba. Después de la primera violación, todavía es más difícil. Pero tras la segunda, recordar la palabra feminismo, duele. Ya embarazada, es más fácil callar y olvidar, que hablar y poner el corazón en carne viva, por lo que hablar de feminismo es como anhelar una libertad que nunca se cumplirá; la esperanza al final es lo que más amarga.

Thammy, Bruna, Ana y Chiva tampoco tienen la situación más fácil. Viviendo en un país cuyo Gobierno pone al feminismo al final de la cola, estas cuatro mujeres se alzan contra la opresión machista de lo que supone ser mujer, pobre y lesbiana, en Brasil. A pesar de vivir en uno de los países de América Latina con mayor tasa de feminicidios, además de una alta y lamentable popularidad en cuanto a la prostitución infantil y en relación, una ilegalidad sobre el aborto, las cuatro mujeres consiguen encontrar en el feminismo un refugio para ellas y su hijo Derick, así como una fuerte arma de protesta. A todo esto, se les suma su lucha desde una posición de lo más cultural. Desde que existe la humanidad, existe la música como forma de expresión y como terapia del dolor. Para estas cuatro mujeres, su grupo de rap feminista Taoibas ha supuesto la vida en sí misma; poder expresar las penas del alma cantando tiene un efecto recalcitrante que pocas cosas en el mundo lo igualan. No existe una explicación científica sobre porqué la música arroya con nuestras emociones, pero al ver cantar a Taoibas, te das cuenta de que la ciencia poco tiene que ver en eso y que más bien podría adoptar otros nombres, como sangre, alma y castigo.

Quizá pecando de demagogia y privilegio blanco, me dejo llevar por estas historias que parecen surrealistas, pero no son más que realidades paralelas a la mía propia. Buceando en el pasado, he encontrado también historias de feminismo que muy probablemente no hayan supuesto la diferencia entre la vida y la muerte, pero sí un gran paso hacia la liberación femenina en occidente. El círculo de costura de mujeres de Hollywood que apareció en los años 20, fue todo un acto de rebeldía en el que la mujer se posicionaba aunque fuese por un momento, por encima del hombre. Lugares clandestinos donde la mujer se quitó el corsé de la opresión masculina y pudo liberarse, tanto verbalmente como sexualmente. El placer femenino, algo ignorado por tantos año, ocupó un lugar especial en esas reuniones, que empezaron a abrir la puerta a algo que en los 70 se denominaría revolución sexual.

Cuando viajo, ya sea a través de un libro, una película o unas fotografías, una cara amiga es una cara femenina. Desde el Sáhara hasta Hollywood, una mujer es sinónimo de hermandad. El sudor frío que te recorre la nuca cuando hay un hombre silbándote y siguiéndote por la calle, la culpa después de una agresión sexual, la vergüenza, la impotencia de saber que ellos apenas pagarán unos míseros años en la cárcel (si es que van a la cárcel) por haber arruinado tu vida, la de tu hija, la de tu madre, la de tu vecina, la de tu hermana… Desgraciadamente, eso también nos une, a la vez que nos hace más fuertes. ¿Por qué es entonces tan importante hablar de mujeres? Porque las refugiadas africanas necesitan que tú sepas el dolor que se siente al ser violadas, aun sabiendo que nunca podrán denunciarlo ni olvidarlo. Porque Thammy, Bruna, Ana y Chiva necesitan que tú sepas qué es pasar hambre, cómo es amar a otra mujer en un país como Brasil o qué se siente al ver como niñas a las que les ruge el estómago se prostituyen para sobrevivir. Porque las mujeres del mundo necesitamos no solo que se hable de nosotras, sea con un película, un documental, una novela o un artículos periodístico. Necesitamos que se sienta sobre nosotras, que sepas a qué sabe el miedo, la rabia, el dolor. Que sientas a qué sabe ser mujer.

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