2.4. La televisión en España durante la transición y la democracia
No soy una de esas personas que crea que vivimos en una dictadura perpetua (al menos por parte del gobierno. La dictadura del consumismo ya es otro tema), pero desde luego la transición en España es un mito. Es un fenómeno parecido a las distintas edades de la Tierra. Todos sabemos que la historia de la humanidad (y anterior a ella) fue separada por edades a posteriori tomando como referencia momentos clave que algún grupo de personas que desconozco consideró lo suficientemente importante. Vaya, que no es que Colón descubriera américa y dijera: Vale chicos, pasamos a la edad moderna. De hecho, aunque no tengo pruebas, estoy 100% seguro que diferentes culturas separan las edades de la historia de diferente forma. Vamos, es de cajón. Pero claro, eso es algo que ves en retrospectiva porque eres capaz de señalar ese punto exacto de la historia. Si estuvieras viviéndolo en el momento, no notarías la diferencia. No pensarías: Sí, esto huele a nueva edad. Pues eso pasa con la transición. ¿Vivimos ahora en democracia? Sí. ¿Desde qué año? Difícil de definir. Pero ya os puedo asegurar que no ocurrió en 1975, ni durante esa mitad de los 70s y digo más. Probablemente ni terminara al pasar los 80s. Algo así lleva su tiempo. Mucho tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que aquí los dictadores fueron los vencedores. Cosa curiosa, la verdad.
Es importante dejar eso claro desde un primer momento, porque por si no lo habéis adivinado ya, con la televisión pasa lo mismo. Ya se vio una evolución en la forma de estructurar los programas en televisión y la forma de emitirlos. De hecho todos los medios de comunicación se habían ido separando lentamente de las garras del gobierno, como ya mencioné en otra entrada. Pero eso no fue suficiente. Nunca lo es. El control de la televisión lo seguían teniendo dinosaurios de la industria quienes o bien seguían siendo afines a la aún persistente dictadura, o bien su afinidad era aquel que tuviera el dinero. Cuestión que considero, a efectos prácticos, igual de mala. De forma que “la transición” tal y como se la ha llamado (me atrevo a decir que también por historiadores afines al franquismo en un burdo intento de maquillar este disparate. O si no, por gente muy estúpida e ingenua) afectó en poco o nada a la televisión, por mucho que se diga. Porque esa transición de los libros de historia, no existe. Ponerle una capa de pintura multicolor a la dictadura y decir: “Todo está perdonado” no cuenta como transición. Es un insulto. Ahora bien, la transición que yo he mencionado, que ha durado décadas y cuyo punto final es muy difuso, es otro tema. Ahí sí que vemos un cambio notable. Los canales públicos siguen siendo un circo aun así, pero menos exagerado. Siempre pasa que durante un gobierno de derechas hay algún presentador notablemente afín a la derecha en un puesto de responsabilidad y que curiosamente desaparece cuando llega al gobierno la izquierda (cof, cof, Sergio Martín). Y por supuesto esto pasa viceversa. Que no se me malentienda, no soy uno de esos anarquistas de RRSS que se creen guais por ser unos inconformistas y meterle mierda a todos los bandos. Yo soy de izquierdas, pero aquí las cosas claras, que ambos hacen las mismas imbecilidades en muchos casos. La cuestión (que me voy por las ramas) es que ahora es bastante habitual ver gente de todo el amplio del espectro político dando sus opiniones en la televisión pública. Y no solo políticos, por supuesto, periodistas, artistas, científicos, etc. Todo el mundo tiene un hueco. Aunque como he mencionado antes, va a ser habitual que esa parte del espectro afín al gobierno vigente tenga más tiempo en pantalla. No digo que esté bien, pero no debe sorprender a nadie.
Pero claro, ¿qué pasa con las televisiones privadas? Pues curioso es el caso de estas televisiones. Solo que no lo es. Ya he mencionado en el otro párrafo como este es básicamente el mismo caso, solo que aquí en vez de mandar un político o un gobierno, mandan los grandes lobbies de la publicidad. Que si lo pensáis bien, viene a ser lo mismo, solo que en la televisión privada se saltan el intermediario político.
Bien es conocido por todos (espero) que a lo largo de las últimas décadas, por norma general, se ha aumentado la desigualdad. Los ricos se han hecho más ricos y los pobres, más pobres. Y cuanto más dinero, más poder y más control. En este caso, la transición lo que ha hecho es empeorar la situación de la televisión. Ahora no estamos hablando de un gobierno controlando la programación de un país (que ya son palabras mayores) ahora hablamos de que un CEO de una compañía multimillonaria puede decidir que a X hora quiere poner un anuncio en X cadenas de televisión de X países al mismo tiempo. Es monstruoso. Y hablo solo de “inocentes” anuncios. Pero, ¿y si pudieran hacer más? Claro que pueden. Pueden hacer lo que quieran. No deberíamos vivir en un mundo en el que Jeff Bezos se plantea seriamente comprar una montaña entera para construir un reloj gigantesco en su interior, y que lo diga como si fuera su capricho de la semana. Ni que Elon Musk se ponga a tirarse flores diciendo que está almacenando toneladas de recursos para irse de aventuras a marte o donde sea, cuando la mitad de la Tierra tiene problemas económicos y muchos de ellos viven en la miseria sin posibilidades de recuperarse. Y esto no es demagogia barata. Porque un caso es la consecuencia directa del otro. No hay trabajo en la historia lo suficientemente importante que permita a una persona comprar una montaña como quien se compra un zumo. Si no recuerdo mal, los últimos datos sobre EEUU dicen que 15 personas acumulan más riqueza que 156 millones de ciudadanos juntos. La gente como yo no es capaz ni de imaginar como de rica es esta gente. Literalmente podrían tenerlo todo y seguirían siendo multimillonarios. Tramposos, explotadores y herederos de fortunas que no se han ganado que se cubren detrás de la clásica historia del emprendedor que empezó trabajando en un garaje. Mucho rico y poco garaje veo yo.
De modo que, la transición lo que ha hecho es disparar todo lo malo que se había ido gestando en la televisión. Es como en esas películas sobre mutaciones en las que una vacuna puede bien curar la mutación o acelerar el proceso. Pues en este caso ya sabemos qué ha pasado. Pero puede que aún haya esperanza. No para la televisión tradicional, por supuesto, esa está muertísima. Pero primero, la televisión se está adaptando poco a poco al modelo de las plataformas de streaming, hasta que al final solo quede lo segundo. De alguna forma eso será la nueva televisión, si no lo es ya. Auguro que a su debido tiempo, las plataformas de streaming empezarán a cambiar su modelo de negocio hasta el punto en el que probablemente también implementen políticas abusivas y que le quiten su poder al usuario. Pero todo a su debido tiempo. Por primera vez creo que esto podría evitarse, con suerte por el nacimiento de los auténticos emprendedores. Veréis, los estúpidos millonarios vienen contando esa historia del emprendedor ya nombrada para “engañar” a la gente e intentar prevenir que les quiten su cuota de mercado. Porque ellos no creen en los emprendedores. Al fin y al cabo, ellos no han ganado su fortuna emprendiendo, así que en sus ojos, emprender es un suicidio o una condena al estancamiento laboral. Pero ah, eso era antes. Pasa que estos millonarios también son dinosaurios que poco conocen de cómo funciona y evoluciona el mercado realmente. Ahora vivimos en una sociedad en la que realmente un emprendedor puede tocar el cielo, lo que significa que es ahora cuando el ciudadano de a pie tiene la posibilidad de cambiar el sistema. De acumular el poder suficiente como para decir no cuando se intenta abusar de él. Los ricos alentaron el emprendimiento pensando que no llevaría a ningún lado, pero en el proceso han sentenciado su propia muerte, una lenta muerte que esperemos que llegue.