1.3. La aplicación de la perspectiva de género a los medios audiovisuales
El pasado mes de junio de 2020 Nauthy Dog estrenó la segunda parte de la saga del The Last of Us. Una saga que se basa en la lucha y supervivencia de una joven en un mundo apocalíptico, donde se narra su historia y evolución personal.
El videojuego ha sido muy alabado por parte de críticos profesionales, y gran parte de los fans del juego. Pero por otro lado se ha encontrado muchos detractores, y… ¿por qué? ¿Por la jugabilidad?¿Por los gráficos?¿Por la narrativa?
No, porque la protagonista tenía un romance con otra chica. Sí, efectivamente, cosa que parece muy absurda, ha generado muchísimas críticas por parte de la comunidad gamer calificándolo de “Innecesario” o de “inclusividad forzada”; llegando a afirmar en muchos casos que “un videojuego no debe de tratar temas políticos…”.
Todo ello se puede ilustrar muy fácilmente en el foro Metacritics, dónde la puntuación otorgada por parte de críticos especializados en videojuegos le otorgó un 9,3; mientras que los usuarios del foro apenas un 5,8, y en un principio estaba en un 3,8. Sin duda un debate que a la par de absurdo puede llegar a ser muy interesante.
¿Empeora la experiencia del videojuego el hecho de que la protagonista tenga un romance con otra mujer? ¿Realmente a la hora de analizar algo nos tenemos que para a ver la orientación sexual de los personajes o si es trans o lo que sea? ¿Es inclusividad forzada o necesaria?
Yo lo tengo más que claro: no. Evidentemente no podemos forzar la inclusividad, ya que es forzar la aparición humana en la propia saga básicamente. Además, si no altera el resultado final del videojuego/película/serie, no hay por qué llevarse las manos a la cabeza. Los productos son igual de buenos o igual de malos siendo los protagonistas hombres, mujeres, perros, gatos, trans, homosexuales, demisexuales, etc.
Tal vez el debate se puede extrapolar más allá con noticias como por ejemplo, cuando los Óscar decidieron entrar a valorar cuan inclusivos son las películas. Ese es un tema en el que hay que detenerse porque es demasiado complejo de analizar.
Es cierto que ya no estamos en el Siglo XIX: Las mujeres ya no son meras amas de casa, los hombres no siempre llevan el pan, los negros no son esclavos ni las personas LGTB son aberraciones contranaturales. Somos seres humanos todos por igual, y ya sea en el cine como en la vida en general hay que normalizar su presencia, por supuesto. Lo que nos tenemos que preguntar es ¿Esto mejora la película sí o no?
Y evidentemente: no. Ya puedes ser todo lo inclusivo que quieras, que si la película es mala, o hay mejores se debe valorar como tal, no en función de la orientación sexual de sus protagonistas. Porque para alcanzar la plena igualdad, no se debe distinguir a nadie por su raza, género, sexo, gustos, etc. Cosa que no se puede quedar atrás en el mundo audiovisual.
Desde luego que aún queda mucha lucha por delante, de eso no cabe ninguna duda, por ejemplo, en el mundo de la dirección de fotografía tan solo un 9% son mujeres, mientras que la gran mayoría sigue siendo copado por hombres. Ojalá dentro de unos años no hayan “cosas de hombres” y “cosas de mujeres”, solo hayan cosas directamente.
Es muy triste que la aparición de personajes LGBT o mujeres, por parte de muchas personas sea algo que “politiza” o “ensucia” el producto cuando hasta lo enriquece. Que la protagonista sea lesbiana no debería ser un acto revolucionario en pleno S. XXI. El videojuego en sí está muy bien, tiene críticas por parte de críticos y prensa especializada en videojuegos muy buenas, como por ejemplo en IGN, GamesRadar+ o EGM que cuentan con la máxima puntuación y muy buenas críticas.
Tristemente esta polémica ha manchado a un videojuego que ha sido premiado hasta la saciedad, y que se ha catalogado como el “mejor videojuego del 2020” según muchos portales. Pero nada, si el protagonista no es hombre, blanco, CIS y hetero, el videojuego que ya puede ser una obra maestra, pasa a ser una “basura multicultural”.