1.3. La aplicación de la perspectiva de género en los medios audiovisuales
Imagina una piscifactoría en mitad del desierto en la que trabajen tres mujeres jóvenes saharauis. A priori cuesta de creer, pues el entorno sociocultural en el que nos desarrollamos, hace que consideremos este tipo de situaciones como cuestiones meramente irreales; incluso me atrevería a decir que ni tan siquiera llegamos a planteárnoslas. Pero, ¿sabías que esta historia, por increíble que parezca, es real? Ana Serna y Paula Iglesias son dos directoras españolas de cine que dan vida a Solo son peces, un cortometraje documental que narra el testimonio de tres mujeres saharauis Teslem, Dahba y Jadija. Las tres trabajan en una piscifactoría de Tinduf, provincia de Argelia conocida internacionalmente por los campamentos de refugiados saharauis.

Jadija, Teslem y Dahba (de izquierda a derecha) tuvieron que abandonar el campamento de Tinduf a las 10 años para poder estudiar en Argelia y cursar más tarde estudios en Biología
La idea de contar una historia como esta nace de la propuesta Saharaz Blai, un concurso audiovisual lanzado por la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo y la Escuela de Formación Audiovisual del Sahara Occidental, que consistía en enviar cortometrajes de dos minutos reflexionando sobre el conflicto saharaui y el derecho al agua. Los ganadores fueron Iratxe Aranguren y Sidi Brahim Najem (entre otros), quienes obtuvieron como premio colaborar en el rodaje de Solo son peces, Iratxe como directora de fotografía y Sidi como ayudante de dirección y sonidista. Entre sus colaboradores, además del Festival de Cine Internacional del Sahara (FiSahara), también se ha contado con el apoyo de la Asociación de Amigos de la República Árabe Saharaui, en relación a la cual se destaca la labor de Olatz Alonso, coordinadora y productora del corto documental.
El proyecto audiovisual va más allá de la historia de Teslem, Dahba y Jadija y pone encima de la mesa la resistencia de la comunidad saharaui. O sea es, la cuestión sobre cómo estos ciudadanos, y aquí en concreto las mujeres, se han ido adaptando a las duras condiciones derivadas del conflicto armado del Sáhara Occidental durante estos últimos 45 años. En esta disputa, se enfrentan ahora y en “primera línea de combate” Marruecos y el Frente Polisario, grupo este último que lucha por la autodeterminación del pueblo saharaui, como consecuencia directa de la colonización española y la posterior y actual ocupación marroquí.
El Sáhara Occidental se ha convertido en motivo de batalla internacional durante mucho tiempo. Sus costas, características por sus caladeros de pesca, así como sus tierras ricas en fosfato, hierro, gas y petróleo, son algunos de los recursos naturales más expoliados en las últimas décadas. España, que ocuparía la totalidad del Sáhara en 1934, se desentendería del territorio en 1976, un año después a la Marcha Verde, lo que daría paso a que Marruecos se posicionaría desde entonces, como máximo responsable del lugar. Pero lo cierto es que actualmente, el Sáhara Occidental se encuentra a la espera de un referéndum de autodeterminación que ya prometió celebrar la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) en 1991, por lo que a efecto legales, no pertenece a Marruecos. Es más, la autoridad que debería administrar el territorio, según la ONU, siguen siendo España. El Sáhara, por tanto, todavía es hoy un territorio que espera el tan ansiado proceso de descolonización que se determinó en el Comité Especial de los 24 en 1961, es decir, mucho antes del referéndum anteriormente comentado. Mientras tanto, Marruecos y el resto de la Unión Europea (UE) se aprovechen sin precedentes de todo lo que respecta al Sáhara, dejando en total desamparo a todos aquellos y aquellas que allí residen y sueñan con un Sáhara libre.

En los campos de refugiados de Tinduf, muchos saharauis viven en tiendas sin agua corriente mientras esperan una escasa ayuda internacional
La soledad, el inminente paso del tiempo, la tediosa espera, el olvido y el más absoluto abandono son algunos de los matices que podemos intuir ya en el cartel publicitario del cortometraje, matices que emanan de la situación que muchos saharauis soportan en los campos de refugiados. “Igual de absurdo es pensar que puedes pescar peces en el desierto, como creer que hay personas alejadas de sus lugares de origen”, comenta la directora del corto Paula Iglesias en una entrevista para el FiSahara. Pese a todas y cada una de las limitaciones impuestas y la situación desfavorable acontecida por la irreparable actuación de las grandes potencias, Teslem, Dahba y Jadija consiguen salir hacia delante gracias al trabajo que, no hace mucho, han comenzado a desarrollar a partir de las piscifactorías ubicadas en plena hamada (desierto): “A pesar de todo, intentamos inventar soluciones a los problemas para mejorar las condiciones en las que vivimos”, cuenta Jadija en el documental. La pesca de la tilapia se ha convertido en una de las pescas más comunes en el desierto del Sáhara, siendo este un pescado que puede criarse en unas condiciones desfavorables e incluso soportar la falta de oxígeno, así como las altas temperaturas. Análogamente, la situación de la tilapia no es muy distinta a la de las saharauis, pues el pescado, al igual que estas tres mujeres, y sus respectivas familias, crecen obligadas en un determinado territorio, teniendo que enfrentarse continuamente a una vida de lo más cruda, como bien critica de nuevo Paula Iglesias: «Algunos peces cruzan los países para buscar comida. Estas mujeres hacen lo mismo: se van y regresan para alimentar a su país. Y este desierto no es ni su país».
El trabajo desempeñado por estas tres mujeres en la piscifactoría reúne más de una tarea. A le pesca de peces, se le suma el control exhaustivo y detallado de las piscinas en lo relativo al estudio del nivel de agua, la temperatura o la medición del grado de salinidad. Teslem, Dahba y Jadija han luchado mucho por desempeñar ahora una labor como esta, lucha que se inicia en el momento de tener que alejarse de sus familias y los campamentos para poder conseguir la certificación de unos estudios. Con independencia de la experiencia que cada una de ellas ha vivido, estas tres mujeres están convencidas de que el papel que tienen en la vida es «trabajar al servicio del pueblo saharaui» y que esta, es la manera más efectiva de ayudar a su comunidad. Su trabajo, y la actitud que estas han tomado, se determina también como una dura crítica contra las potencias que no han puesto fin al saqueo de los recursos naturales del Sáhara: «Aquí padecemos una falta de proteínas, pero lo que más vergüenza me da es que ni en los territorios ocupados se permita a los saharauis disfrutar de la riqueza pesquera de sus aguas», denuncia Teslem, en referencia al actual Acuerdo de Pesca entre la Unión Europea (UE) y Marruecos.
En las aguas que rodean la zona del Dakhla (Sáhara Occidental), se captura la mayor parte del pescado que se consume en Europa, como son la sardina y la caballa. El acuerdo pesquero actual, pactado entre la Unión Europea y Marruecos, determina que un total de 192 pesqueros europeos pueden adentrarse en las aguas del Sáhara Occidental, siempre y cuando una parte de los beneficios obtenidos se destinen a Marruecos y este país, destine otra parte a la población saharaui. No obstante, el acuerdo no es para nada justo, pues según determina la ONU (y como ya se ha comentado) el Sáhara es hoy todavía un estado pendiente de descolonizar, por lo que Marruecos, realmente, no es quien debe decidir por el pueblo saharaui, ni mucho beneficiarse de esta condición. “Hay quienes tienen que crear piscifactorías porque les han robado el mar”, argumenta Olatz Alonso en una entrevista para El Correo.
Este cortometraje es un grito por la liberación del pueblo saharaui, pero en esta ocasión y a diferencia de otros que ya han tratado la problemática del Sáhara, como Hijo de las nubes, la última colonia, de Álvaro Longoria y Lalia, de Silvia Munt, Ana y Paula han hablado de manera distinta, haciéndolo desde la perspectiva de tres mujeres adultas y jóvenes, con objeto de destacar también el papel que las mujeres saharauis cumplen en los campamentos de refugiados y que muchas veces, pasa por alto. A diferencia de otras sociedades árabes contemporáneas, las mujeres saharauis cumplen un papel empoderado en su comunidad en consecuencia a la lucha contra los efectos de la ocupación marroquí.

Jadija (imagen), Teslem y Dahba denuncian la pesca en las aguas del Sáhara como un “auténtico delito” y piden que se luche contra esta “abominable situación”
La antropóloga Maria Dolores Juliano, defiende en su obra La causa saharaui y las mujeres (1999) que no obstante, «dentro de este horizonte general, hay que diferenciar entre las características de la sociedad tradicional, las adquiridas durante los años que estuvieron bajo colonización española y las que se han desarrollado en los 22 años de vida en los campamentos de refugiados». Maria Dolores también resalta que «en cada uno de los momentos, ha cambiado la división sexual del trabajo, así como las posibilidades, obligaciones y derechos de cada uno de los géneros dentro de la estructura social». En cada uno de estos campamentos, las mujeres se encargan de atender la acogida de otras personas refugiadas, además de realizar otro tipo de tareas, como por ejemplo en lo relativo a la salud y la defensa de los asentamientos. “La mujer saharaui ha tenido un papel esencial en los campamentos, pues es quien siempre ha llevado la organización de estos”, detalla Sidi Brahim en la misma entrevista (ya comentada) para el Festival de Cine Internacional del Sahara (FiSahara).
Teslem, Dahba y Jadija, son un claro ejemplo de mujeres saharauis valientes y empoderadas, como también lo son otras mujeres como Djimi El Ghalia, activista saharaui que denuncia la situación de este “conflicto olvidado”. Djimi pone continuamente en riesgo su vida por reivindicar los derechos de la comunidad saharaui: «Estuve desaparecida entre 1987 y 1991, y aún veo a mis torturadores en El Aaiún, que es la ciudad donde vivo. Estuve tres años y siete meses con los ojos vendados permanentemente y cuando un hombre de guardia veía que intentaba subirme la venda, me torturaba», declara Djimi en el diario digital Público.
Este proyecto audiovisual, impulsado, dirigido y protagonizado por mujeres ha causado furor entre la crítica cinematográfica y se ha hecho paso entre algunos de los festivales más aclamados del gremio, como el Festival Internacional de Cine Documental y Cortometrajes de Bilbao (ZINEBI) o el Festival Internacional de Cine Documental de Canadá Hot Docs (Hot Docs). Su último y más preciado galardón, ha sido su nominación a los Goya 2021 en la categoría Mejor cortometraje documental, entre cuyo vencedor ha sido el elegido el trabajo de Mabel Lozano, Biografía del cadáver de una mujer.
La historia de Teslem, Dahba y Jadija se ha configurado como un auténtico retrato visual, a la vez que poético, sobre el poder que han tomado las mujeres en los campos de refugiados saharauis. La situación, contradictoriamente, se ha debido a la actuación destructiva que muchas potencias han llevado a cabo, entre las que sin duda se incluye nuestra propia nación, España. Estas tres mujeres luchan por tratar de sobrevivir en un territorio que cada vez más queda en el absoluto olvido colectivo. Hace poco me topé con un sorteo de viaje en Instagram en el que te ofrecían la oportunidad de ir al “Sáhara” y tras la lectura de los comentarios en el post caí en una cuestión. Creo que muchos jóvenes de nuestra generación (me incluyo) no entendemos o no conocemos bien el conflicto armado que en el Sáhara todavía hoy se acontece. A nuestra generación por tanto, se le suma un doble conflicto, pues se da por hecho que el Sáhara es un desierto y nada más, un lugar carente de vida y por tanto, de conflicto internacional. No serán mis palabras (al menos no por ahora) pero el cine, por ejemplo, es una herramienta que nos permite a los jóvenes (y a todos) entender qué pasa, qué es lo que nos rodea y cómo nos afecta y les afecta a los demás, por lo que permite sensibilizar y concienciar, además de educar mentes y dar voz a las partes más marginalizadas de nuestra sociedad.
Hoy hemos conocido la historia de estas tres mujeres saharauis, pero puede ser que debajo de tu casa te esté esperando otra historia que también necesite ser contada y visibilizada, que también necesite de tu ayuda. Nosotros, que somos quienes tendremos la autoridad académica y moral para hacerlo, contaremos mil y una historia más como esta en un futuro. Nosotras, tendremos que hacer todo lo que esté en nuestra mano para que al menos, y tal y como dice Paula Iglesias, «el cine nos sirva como herramienta para la transformación social».