Eurovisión ¿circo politizado o cultura? – Miguel Antonio Herrero

1.3. Historia y evolución de los medios audiovisuales (segunda mitad del S.XX y S.XXI)

And 12 points go to… Es una de las frases más icónicas del Eurovisión Song Contest, festival nacido en 1956 y que tan solo ha sido interrumpido en 2020 debido a la pandemia de la COVID-19, siendo el programa de televisión con más años de existencia. Este 202ONE parece que se volverá a celebrar en una edición atípica que contará con restricciones para hacer un evento más seguro, ya que como bien es sabido, la cultura es segura.

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Eurovisión ha marcado en gran parte la historia de la cultura musical europea y, regalándonos a grandes grupos o artistas como Raphael, Julio Iglesias, Abba, Céline Dion, Il Volo o Sergio Dalma. Un evento que es la fiesta de la música y la diversidad en Europa, donde decenas de países compiten por alzarse con la victoria, siendo actualmente alrededor de 40 países.

Pero tristemente el festival ha tenido sus malos momentos, que han marcado y estereotipado el festival, sobre todo en la década de los 2000 con canciones que aunque divertidas y muchas de ellas me han hecho disfrutar, han encasillado al festival como un “circo de mamarrachos”. Una pena, porque si se fijan en las canciones ganadoras, la gran mayoría de mamarrachas tienen poco.

Y sí, ¿Qué os importa que una canción sea una mamarrachada? Luego bien que muchos bailan canciones aún peores y con mensajes machistas y nadie dice nada, por dios. Aunque también estoy harto del tópico de “con el chiquilicuatre hemos quedado mejor que muchos años”, y no, esto no va así. Ese año, España llevaba lo que aunque fuera una “joke entry” (aunque me la suda como se clasifique), se hizo un muy buen trabajo, con una puesta en escena divertida, una realización que ya nos habría gustado en otras ocasiones y Europa nos compensó con un puesto 16, porque se trabajó bien.

Ya nos gustaría que se hubiera trabajado igual con otras propuestas como Beth en 2003 (que éramos favoritos todo hay que recordarlo), o Alfred y Amaia, que se pudo haber sacado mucho partido de la historia de amor y “enamorar a Europa” (como se solía decir en aquellos tiempos”) y enamoraron tanto que les colocaron para actuar en el denominado “death spot”, la segunda posición, que es la única donde curiosamente ningún país ha ganado. No somos un país que queda mal porque no llevemos reguetón, quedamos mal porque la dirección de RTVE no hace ni el huevo. Y no es porque no haya gente con ganas, todo lo contrario, somos uno de los países de Europa con la mayor comunidad eurofana junto a Reino Unido, otro país donde la BBC, pese a ser una cadena envidiable en muchos aspectos, tampoco se lo curra mucho cuando hablamos de Eurovisión…

“No, no quedamos mal por eso, quedamos mal porque Eurovisión es un festival de política donde siempre ganan los mismos”. Muy bien, explícame entonces la victoria de Portugal en 2017 que geopolíticamente no es un país muy fuerte que digamos. O que Rusia no pasara a la final en 2018.

Si hacemos un recorrido por las casas de apuestas, vemos que salvo alguna excepción, siempre aciertan con el ganador. Gana la mejor canción, no quien más vecinos tenga. Porque eso solo te salva de en vez de quedar 20, quedar 16, no más. Un ejemplo que suelo poner es Montenegro en 2014, país que llegó a la final por primera vez con una balada muy bonita y que se llevó los votos de muchos de los países balcánicos obteniendo y solo le sirvió para un puesto 19. No busquemos excusas donde no las hay, por favor.

No vamos a negar que estos vecinismos o estrategias geopolíticas existen, pero como he dicho más arriba no terminan influyendo en quién gana o no en la gran mayoría de ocasiones. Si llevas una canción mala o irrelevante con un mal artista, ya puedes ser Rusia que te quedas fuera de la final. Hay casos curiosos como el de Armenia con Azerbaiyán que nunca se votan entre ellos (a excepción de 2009); incluso la representante de 2016 llevó una bandera de Nagorno Karabaj, territorio en disputa desde 1991 entre ambos países. Y no, no quedó séptima por sacar la bandera y por la disputa con Azerbaiyán,  quedó séptima por tener una magnifica puesta en escena, una buena intérprete con una canción que lejos de ser una maravilla, se dejaba oír.

De hecho, el propio festival nació con un trasfondo político que era unir a los países europeos tras la segunda guerra mundial en torno a la música, creando el denominado Grand Prix de la Chanson de Eurovisión.

Y sí, se han cometido injusticias en eurovisión en semifinales y demás, pero como de costumbre, no llueve a gusto de todos. Por ejemplo para mí una muy evidente es Francia en 2018 y 2019 que pese a estar entre las favoritas se quedaron con unas posiciones más discretas (13 y 19). Una lástima porque llevaban canciones bien producidas y en el caso de 2019 una puesta en escena perfecta, donde se transmitía a la perfección el mensaje de la canción.

Otro de los tópicos es “siempre gana los mismos”, cuando literalmente los únicos países que han repetido victoria desde el año 2000 han sido Dinamarca (2000 y 2013) y Suecia (2012 y 2015), dos países que trabajan mucho en Eurovisión, sobre todo Suecia que cuenta con el Melodifestivalen, que es uno de los programas televisivos de música mejor producidos y más dinámicos de toda Europa. Además de que las puestas en escenas están ya diseñadas al milímetro desde el Melodifestivalen, y en Eurovisión tan solo la adaptan al escenario, incluso mejorándolas. ¡Ojalá, RTVE, aprenda de Suecia!

También otro de los países que siempre quedan muy arriba es Italia, que desde su regreso en 2011, a excepción de 2014 y 2016 (que aun así llevaban muy buenas canciones), no han bajado del puesto 9, estando en tres ocasiones en el pódium (2011, 2015 y 2019). ¿El secreto? San Remo, que además es el festival en que se inspiraron para crear Eurovisión en 1956. Un certamen que pese a que las galas se hacen eternas, muy al estilo de José Luis Moreno, son una delicia gracias a su orquesta en directo, el gran nivel de las canciones y demás. Es como si en España se organizara un concurso teniendo de concursantes a Rosalía, Pablo López, Amaral, Zoo, Izal, Malú, David Bisbal o SKA-P entre otros.

A pesar de todo, también los artistas y sus canciones son lo imprescindible, porque lo que cuenta en eurovisión es el pack completo, las cosas por separado no funcionan. Por ejemplo, en 2013 Reino Unido mandó a Bonnie Tyler a Eurovisión y quedaron en un puesto 19. Motivo: La canción no era gran cosa (aunque personalmente me flipaba) y ella no estuvo al 100% en el escenario. Luego a titulo personal puede ser considerada una injusticia, pero al final cada uno que opine lo que sienta, yo no tengo la verdad de nada, ni se donde está el bien o el mal.

A nivel España hemos mandado a grandes artistas que se han dejado la piel en el festival, tratando de hacerlo lo más dignamente posible obteniendo resultados bastante escuetos desde 2015, pero dejándose la piel en giras y actos eurovisivos. Por ejemplo Manel Navarro, quizás el candidato más polémico de los últimos años, que ganó una preselección con sospechas de amaño y quedó último en la final con 5 puntos del televoto portugués (mira, nosotros también tenemos vecinos). O luego Miki Núñez en 2019 que afrontó el reto con ilusión y ganas, además que RTVE se puso las pilas y trabajó en una puesta en escena decente, hecho que logró darnos un puesto 14 en el televoto, pero no convenció a los jurados.

Luego en el Junior pues… somos unos titanes, en las pocas participaciones que hemos tenido, jamás hemos bajado del top 4. Ojalá poder demostrar nuestro potencial como país en Eurovisión al igual que se hace en el junior.

España solo ha logrado 2 victorias en 1968 y 1969, con Massiel, y en el 69 con Salomé, en la única edición celebrada en España donde hubo un empate a 4, por primera y última vez en el festival. Y desde entonces hemos cosechado grandes resultados pero desde 1995 con Anabel Conde que pasó de ir de las últimas en las apuestas a quedar segunda detrás de Noruega. Luego hemos quedado varias veces en el top 10 como con Rosa, Beth, David Civera, Pastora Soler, etc.

Así que no, Eurovisión no es una mamarrachada politizada. Eurovisión es un festival que es parte de la historia de la televisión y de la cultura europea, que ha sido importantísimo para la visibilidad del colectivo LGTB+, y ha construido una hermandad. Dejemos que cada uno sea como quiera ser, no discriminemos nada y sobre todo: no culpemos nuestro fracaso a la política, al género de la canción o a los artistas que se dejan la piel por Eurovisión. Culpemos a quien no está dando la talla que es la empresa que lo gestiona todo: RTVE.

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