3.6.- La radio y la transición democrática en España
INT. CONGRESO DE LOS DIPUTADOS. TARDE.
PERIODISTA
En estos momentos se ha oído un golpe muy fuerte en la cámara. No sabemos lo que es porque… la Guardia Civil entra en estos momentos en el Congreso de los Diputados. ¡Hay un teniente coronel que con una pistola sube hacia la tribuna!
TENIENTE CORONEL ANTONIO TEJERO
¡Quieto todo el mundo!
PERIODISTA
Está apuntando con la pistola, entran más policías. Está apuntando al presidente del Congreso de los Diputados con la pistola y vemos como… ¡cuidado!
MILITAR 1
¡Al suelo todo el mundo! ¡Al suelo!
PERIODISTA
No podemos emitir más porque nos están apuntando… Llevan, llevan metralle…
– Suenan disparos.
MILITAR 2
(al camarógrafo)
Cuidado, ¿eh? No intentes dirigir la cámara que te mato.
– La cámara de televisión se desvía y parece estar inutilizada.
Este extracto reproducido unas líneas atrás no es la guionización de un thriller de acción, es el inicio de un intento de golpe de Estado de los de verdad. Una de tantas asonadas sufridas en España desde finales del siglo XIX, pero esta vez con las innovaciones técnicas en lo que respecta a la comunicación en pleno auge, por lo que los españoles pudieron ver y oír cómo se desarrollaba este hecho histórico, narrado por el periodista Rafael Luis Díaz.
Es el año 1981. Madrid, España. La nación sufre las consecuencias del terrorismo etarra, con una media de 100 asesinados por año y varios secuestros. Los nostálgicos del anterior régimen siguen llenando las calles y las plazas en actos de homenaje a Francisco Franco, y cuestionan a viva voz el derecho de comunistas y nacionalistas a expresar sus ideas tanto en público, como en las jóvenes instituciones democráticas. Las huelgas y los enfrentamientos con las fuerzas de orden público se suceden día sí, día también. Sin embargo, la voluntad de gran parte del país, tomando distancia de los radicalismos de un lado y de otro, es la de asentar una democracia a la altura de sus vecinos europeos.
El entonces presidente, Adolfo Suárez, pierde la confianza del Rey Juan Carlos y toma una decisión que, a día de hoy, parece inconcebible en la lamentable clase política que rige los designios de España: dimitir. Su sustituto será Leopoldo Calvo-Sotelo, mediante votación en el Congreso de los Diputados una tarde de febrero. La tarde del 23.
Esa sesión de investidura se temía como otra tarde aburrida en el hemiciclo. Tan aburrida, que ni la televisión pública se molestó en retransmitir en directo lo que se esperaba como un mero trámite con el que dar inicio a la presidencia de Calvo-Sotelo. Sin embargo, lo que sucedió a las 18:24 horas cogió por sorpresa a todo el mundo. El teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, junto a un grupo de militares, irrumpe en el Congreso pistola en mano y secuestra a los diputados presentes en la sesión parlamentaria. Únicamente transcurrió un periodo de seis años desde la muerte del dictador y las amenazas contra la democracia se percibían en el ambiente. El propio Tejero, tan solo tres años antes, ya estuvo involucrado en la llamada Operación Galaxia. Ni siquiera el ejército pasó por un proceso de purga que eliminase todo rastro de nostalgia franquista, con lo que la posibilidad de una insurrección era una situación realmente factible. El descontento entre parte de las Fuerzas Armadas al considerar que el Rey Juan Carlos había traicionado el juramento de lealtad al legado de Franco era un hecho y no se tomaron medidas con las que prevenir este tipo de acciones, por lo que la ejecución de un golpe era cuestión de tiempo.
Además del Congreso, la televisión y la radio públicas son tomadas por el ejército durante unas horas. La emisión televisiva no ofrece espacios informativos y Radio Nacional de España emite marchas militares. El país parece vivir un incomodísimo invierno informativo en unos minutos, unas horas, que resultarán cruciales para el futuro de millones de personas.
Fue la Cadena SER la que sí ofreció a la ciudadanía toda la información de cómo estaban sucediéndose los acontecimientos dentro del parlamento. Durante el asalto, el técnico Mariano Revilla supo ingeniárselas para mantener una línea abierta con la central de la emisora, lo cual permitió que esta dispusiera de información actualizada. La cadena no podía emitir en directo todo lo que se decía dentro de la Cámara Baja, ya que habría puesto en serios aprietos a esos profesionales que se jugaron el tipo por obtener la mejor información en momentos tan críticos, pero sí pudo filtrar detalles de cómo se iban desarrollando los acontecimientos.
Las circunstancias propiciaron que los españoles estuvieran pegados a la radio. De ahí que se conozca a la noche del día 23 de febrero como “la noche de los transistores”. El periodista radiofónico José María García dejó de lado el ámbito deportivo en el que siempre ha desarrollado su trayectoria profesional y se desplazó hasta la Carrera de San Jerónimo para, durante toda la noche, retransmitir en directo las novedades respecto a la intentona golpista. No puede negarse que el enfoque de García tendía hacia cierta espectacularización de los hechos, pero tampoco debe dejarse de lado lo fundamental que resultó el papel de la radio en esas horas clave para la joven democracia española.
Es sumamente importante remarcar lo esencial de un medio como la radio en situaciones de esta índole, ya que, ante una televisión que cada vez daba mayores pasos de gigante como medio de comunicación principal, supo ser durante una larga noche el único medio que pudo tener informado a un país en vilo y temeroso de regresar a tiempos oscuros. Y es que el medio radiofónico, pese a dársele por muerto cada cierto tiempo, siempre sobrevive y sabe adaptarse a las situaciones más difíciles. Fernando Ónega ostentaba el cargo de director de la Cadena SER en esos momentos y mencionaba hace algunos años lo siguiente: “Creo que la radio fue un importante factor para acabar con el golpe. En todo momento se retransmitió tranquilidad al país y se ayudó a conocer la verdad. No sé qué hubiera pasado sin la radio”.
Afortunadamente, el intento por subvertir el orden constitucional aprobado en 1978 fracasó. Se atribuye al Rey Juan Carlos gran parte del mérito por haber disuelto el siniestro plan de una serie de militares pasados de época. Con el tiempo, nuevas hipótesis apuntan a toda clase de opciones sobre quién diseñó realmente aquel golpe, y se cuestiona si realmente desde las altas esferas todo aquello era desconocido. Incluso la figura del ahora Rey Emérito está más cuestionada que nunca, además de que las generaciones posteriores se sienten profundamente decepcionadas con un sistema más cercano a una partidocracia corrupta y sin separación de poderes, que a una democracia impecable en lo formal. Sin embargo, la alternativa ofrecida a la fuerza aquel 23 de febrero habría resultado muchísimo peor.
En definitiva, parece difícil pensar que en estos tiempos puedan verse escenas tan esperpénticas y casposas como la de un guardia civil, pistola en mano, amenazando a los diputados electos. Pero esto no debe dejar de lado una amenaza que siempre está presente, aunque sea de forma discreta. Hoy día sigue existiendo entre los políticos, algunos de ellos incluso en puestos de relevancia, la enfermiza manía por señalar personalmente a aquellos medios y periodistas que ofrezcan información u opinión ajena a sus intereses. Los medios de comunicación de todo tipo han aumentado su influencia y visibilidad, entre ellos la radio, con nuevos profesionales de referencia y novedosos formatos con los que entretener e informar a la población, y eso siempre es un problema para el poder establecido.
A veces la democracia, con más o menos calidad, puede verse amenazada con las buenas palabras y las mejores intenciones, y no sólo con la furia y las armas. Es por eso que el papel del periodista, ya sea en un diario, en la televisión, o a través de un transistor, es tan importante hoy, como hace 40 años.